Como cristianos, nos sabemos – juntos con todos los bautizados – llamadas a orientarnos en Jesucristo, a descubrir, de esta manera, una vida llenada, y a contribuir a la construcción del Reino de Dios.
La forma de la vida religiosa es uno de los caminos hacia esta meta. No es por iniciativa propia que optamos por esta vía, sino es Dios que nos ha llamado y nos guía. Por medio de nuestro espíritu abierto para Su voluntad y la atención a todo lo que sucede dentro de nosotras y en nuestros alrededores, Él puede indicarnos el camino.
Consideramos nuestra vocación religiosa como un don de Dios para aceptar y poner en práctica siempre de nuevo.